Invertir en tierra ha sido, históricamente, una estrategia patrimonial de bajo riesgo, sin embargo actualmente en el auge inmobiliario en estados como Yucatán, la abundancia de lotes en venta ha desdibujado la diferencia entre un terreno listo para construir y uno que es como un terreno para construir en un futuro.
En el mercado se habla con ligereza de "terrenos de inversión", pero no siempre está claro qué significa eso para el comprador. ¿Son lotes baratos con alto potencial de plusvalía, o extensiones de tierra sin servicios cuya valorización depende enteramente de lo que otros hagan alrededor?
La decisión no es trivial. Si bien Yucatán vive un momento de expansión económica, no todos los lotes están listos para construir, no todos los precios bajos representan una oportunidad, y no toda tierra se comporta igual.
Si estás pensando en invertir en tierra, a diferencia de los instrumentos financieros tradicionales, el terreno tiene una ventaja evidente: es tangible, finito y no desaparece. Su valor, no depende solo de su existencia física, sino de su contexto: ubicación, conectividad, servicios y uso de suelo.
La Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) lo resume con claridad: la plusvalía futura de una propiedad está directamente relacionada con su entorno urbano y legal.
Si bien la tierra puede ser un refugio de valor, es crucial diferenciar entre las dos estrategias dominantes de inversión en suelo.
Un terreno de inversión es un predio sin servicios públicos ni urbanización. No tiene luz, agua, drenaje ni calles pavimentadas. Se ubica en zonas donde se espera que llegue el desarrollo.
El valor futuro de este terreno depende de algo que todavía no existe: un fraccionamiento, una carretera, un proyecto gubernamental o el simple crecimiento de la ciudad hacia esa zona. Es, esencialmente, una apuesta pura.
El precio suele ser accesible y la compra se facilita con mensualidades. Para muchos, representa una primera inversión en bienes raíces. Sin embargo, no hay que confundir accesibilidad con certeza.
El riesgo mayor en esta categoría no es solo la falta de servicios, sino el proceso legal para que la tierra se vuelva apta para construcción y la claridad de su propiedad y estatus legal.
Los puntos cruciales a verificar son:
Por otro lado están los terrenos residenciales: predios con uso de suelo habitacional, infraestructura instalada y escrituración en regla. Su precio es más alto porque el valor que se paga incluye:
Para el comprador, esto implica una decisión más conservadora, funcional y con menor riesgo legal. La valorización no depende de la esperanza de crecimiento, sino de variables tangibles: ubicación consolidada, demanda habitacional y servicios disponibles. Es una apuesta más lenta, pero mucho más segura.
Ante un mercado que polariza entre el riesgo total y el alto costo, ha surgido una propuesta intermedia que busca combinar precio accesible y seguridad jurídica.
Esta estrategia, adoptada por algunas desarrolladoras como Grupo Kervo, se enfoca en comercializar terrenos en preventa que:
Esto permite adquirir a un precio competitivo por estar en preventa, sin renunciar a la posibilidad de construir en el corto o mediano plazo. En este modelo, la plusvalía no es un deseo, sino el resultado de una estrategia territorial basada en la regulación y la planeación urbana.
Comprar un terreno es el primer paso hacia la construcción de un patrimonio. Pero no basta con que el predio exista en el papel. La verdadera inversión se da cuando el terreno tiene destino, reglas claras y contexto urbano que lo respalde.
Antes de elegir, el inversionista debe hacerse tres preguntas cruciales:
En un entorno donde el suelo se convierte cada vez más en un activo especulativo, la información es el principal mecanismo de defensa del inversionista. Porque la plusvalía no se decreta: se construye, se regula y se planea.